lunes, 12 de enero de 2009

Capítulo 3 - Segunda Parte

FEBRERO

Y asi pasaron los días, las semanas. Sin novedades, sin siquiera una noticia de aquel muchacho que parecía haber desaparecido del mundo.
Nada nuevo en mi vida. Todo se convirtió en una triste y aburrida rutina. La monotonía se apoderó de mis horas, todo se resumía en dejar pasar el tiempo.
Mandy me llamaba casi a diario, sólo de vez en cuando le contestaba.
Alex, de una manera más práctica, solía visitarme. Sí, iba a verme, me escuchaba ciertas veces, pero no me entendía, no comprendía por qué no tenía ganas de continuar con mi vida; y su presencia, a decir verdad, no me servía de nada.

Mi hermano aprovechó cada segundo acá, pues pronto debía regresar a Argentina.

- No te vayas – le dije un día
- Debo hacerlo – me contestó – tengo que trabajar y además debo continuar con mi vida, deberías tú hacer lo mismo
- Lo extraño – dije con cierto aire de resignación
- Ya ha pasado un buen tiempo, asimilar la idea no te sentaría mal
- No puedo
– le respondí, acostumbrada ya a que mis respuestas no pasaran de dos palabras, o tres, como máximo.

Mi mamá se había cansado ya de buscar el consejo perfecto que me hiciera entrar en razón, por lo que no dejaba de llamar a sus amigas más cercanas para ver si así por fin conseguía un buen psicólogo, o por qué no psiquiatra especialista en calmar mi depresión. Porque sí, la chica alegre, de risa contagiosa e imparable se había marchado con un joven de ojos caramelo y mirada perdida.
Se habia ido, dejando en reemplazo unicamente el cuerpo. Yo era sólo la representación lejana de quien hace un mes y medio era.

Año nuevo fue un momento igual a todos los demás, no hice nada fuera de lo común y mi plan llevado a cabo fue dormir, pues sabía que si no cerraba mis ojos a media noche, de ellos brotaría ciertas lágrimas capaces de arruinar el buen momento que estarían pasando aquellos con quienes me encontraría.

Dos días antes, Alex habia ido a mi casa con Mandy, haciéndome esclava de una insoportable conversación:

- Acamparemos, aunque tambien tenemos la fiesta de Sammy. ¿Tú qué opinas? – dijo Amanda sin saber exactamente a quién se dirigía - ¿Francesca, me escuchaste?

O bueno, tal vez la que no sabía a quién iba dirigida aquella pregunta era unicamente yo.

- ¿Qué? Ah, sí – dije con una sonrisa fingida
- ¿Sí qué? – preguntó Alex
- Francesca – dijo mi mejor amiga perdiendo ya la paciencia – ¿iremos al campamento?
- Hmm, vayan ustedes.
- ¿Y tú qué harás?
- Yo… dormiré


Ambos estallaron en risas

- ¿Estás loca?
- No, sólo dormire
- Si que tienes problemas
– dijo Mandy, como quien pretende hacerme creer que era un comentario al aire

Entonces, Alex intevino con una seriedad que jamás creí notar en él

- Ya basta de sólo pasar el tiempo, tu vida no gira en torno a la suya, debes ser la misma de antes. Vamos Fran, ¿Dónde esta nuestra…

Se quedo callado por un tiempo considerable. Amanda volteó a mirarlo y frunciendo el ceño le dio unos golpecitos suaves en el hombro para que continuara aquella oración incompleta. Intento fallido.

- Nuestra mejor amiga – dijo entonces ella, enfatizando la primera palabra.
- Quisiera saberlo – dije tras un breve, pero notorio silencio.

Micael no saba señales de vida, y yo por más que no quisiera lo necesitaba a mi lado para volver a ser la misma.
Ya había yo pasado cuarenta y dos días sin él, cuando mi mamá decidió llevarme con un ‘especialista’.

- Y no me digas que no quieres porque sabes muy bien que lo hago unicamente para verte mejor – me dijo
- No he dicho nada
- No lo dijiste, pero quizás lo pensaste y ya es hora de que de una vez por todas acabes con esa historia ridícula y tú lo sabes a la perfección
- Me da igual
- ¿Podrias procurar mostrar más interes e intentar pronunciar más de tres palabras como respuesta?
- Está bien, lo intentaré
– dije cumpliendo con lo recientemente exigido
- Muy graciosa – respondió ella, notando mi sarcasmo .

Habíamos llegado ya a un edificio de ocho pisos, de color beige oscuro, extremadamente sucio. Tenia escrito en la entrada “EDIFICIO MÉDICO” y yo memorizaba cada detalle que este lugar tuviera: la cara del portero, las casas que rodeaban este único edificio en la cuadra, el ascensor, los botones del mismo, el extraño piso de mayólicas y por fin, el número del consultorio: 402

- Hola Carol – dijo una mujer alta, delgada, de tez clara, cabello rubio y ojos verdes. Bueno, tal vez no era un, sino una "especialista".
- Hola Karina – respondió mi madre con un abrazo que expresaba cierta confianza mutua – ¿A qué hora la recojo?
- A las nueve estaría bien
– dijo con una perfecta sonrisa
- Bien, entonces en una hora vengo por ella

Se despidieron de la misma manera, y yo me senté en una cómoda silla luego de que ella me lo indicara.
Todo se encontraba fuera de lugar, juguetes y rompecabezas de mil colores esparcidos por todo el suelo, impidiendo (en ciertos casos) el paso.

- Discúlpame el desorden, un niño de 5 años acaba de irse, y no sabes como es de inquieto - dijo, como leyéndome la mente

“Ni me importa”, pensé

- No te preocupes - dije

Tomó asiento a mi lado y con la misma sonrisa no correspondida continuó:
- A ver Francesca, tú tienes quince años ¿verdad?
- Dieciséis
- Dieciséis, lo siento
- Está bien
- Bueno, ¿tí sabes por qué estás acá?


¿Qué pregunta es esa? Si no supiera el motivo jamás me hubiera dejado manipular tan estupidamente ni estaría acá en tu odioso consultorio, mirando como procuras agradarme con una sonrisa, sin razon aparente.

- Si, lo sé y tu también
- Bueno
, -rió- no lo sé exactamente, sólo me comentó un pajarito que andas un poco cambiada

Vamos, ¿Un pajarito? Por Dios, ¿A quién crees que le hablas? No soy el niño insoportable que acaba de irse.

- Ah, sí, algo así
- ¿No quieres hablar y decirme por qué dicen que no eres la misma?
- Me da igual, en realidad


Sonó el telefono, como librándome de este mal momento

- Disculpame un momento, ¿si? ¿Buenas noches? – dijo por el auricular - Si señora, mañana a las 5 pm. ¿Cuál es el nombre del joven? Ok. Mi-ca-el – deletreó silaba por silaba

Mi mundo unicamente despertó al oír aquel nombre, sentí nuevamente el dolor de su ausencia y ese vacío en el pecho, que me impedía respirar con normalidad. Volví a sentirme incompleta, como si ésto fuese una condena o algo similar.

- Perdón, Miguel
. – Maldito error - Sí, entonces mañana viene. Gracias, hasta luego

Colgó el telefono.

- Entonces sigamos…

Definitivamente necesitaba luchar contra mi misma y sentir aquellas ganas por continuar con esta terapia, mi única opción.
Algo no andaba bien, y yo lo sabía. Poco a poco sentía que algún tipo de locura real se apoderaba de mi mente.

martes, 16 de diciembre de 2008

Capítulo 3 - Primera Parte

Había una luz intensa, no tenía la menor idea de donde me encontraba. Pero una luz delante de mi brillaba de manera cegadora, y hacia ella se dirigía un joven que por momentos, a lo lejos, me miraba y sonreía.
Intenté seguirlo, para comprobar si aquel sujeto me era conocido. Sin embargo, cuando me encontraba bastante cerca como para reconocerlo, comenzó a correr, sujetando en sus manos con mucho cuidado un papel. Traspasó aquella barrera resplandeciente y empezó a gritar mi nombre de manera continua. Cuando procuré acercarme, noté que ya no era consciente de mis movimientos; no decidía los pasos que daba. Al ver nuevamente a aquel sospechoso individuo, lo reconocí como si hubiera estado escondido durante mucho tiempo en mis recuerdos. Era Micael, que seguía pronunciando mi nombre.

Me mostró un papel escrito, mas no pude reconocer los trazos hechos sobre la hoja. Él tenía una pistola en la mano y apuntándose a si mismo me dijo “Solo tú puedes salvarme”
A pesar de aquella aparente súplica, levanté mi mano derecha y con una pistola exactamente igual a la suya que hasta ese entonces había pasado totalmente desapercibida, tiré del gatillo, asesinándolo en aquel preciso instante. Dejando el cuerpo de quien amaba sin vida frente al mío.

Como por acto reflejo, salté inmediatamente de mi cama y respirando agitadamente empecé a decirme a mí misma “todo ha sido un sueño, sólo eso”, pero no podía sacarme esa tan viva imagen de mi mente, por lo que me dirigí hacia la cocina en busca de un poco de agua, para compensar de alguna manera todo aquel sudor que me causaba una terrible sofocación.

Miré el reloj. 3:25 am

Me senté lentamente en una de las sillas y me pregunté cuándo demonios terminarían esas horribles pesadillas.

Ya había pasado una semana desde aquel sábado de su partida y no había existido ni una maldita noche en la que no hubiera aparecido él, siendo quien además de irse de diversas formas en mis sueños, me dejaba con un extraño sentimiento de culpabilidad

Esta semana fue navidad, y para mí un día mas (aclaración: un día más, sin él).
Alonso, mi hermano mayor, había venido de Buenos Aires, donde reside con su novia, y junto a mi mamá, fuimos los tres a la casa de mi abuela a pasar Noche Buena.
Roberto, mi papá, fue a la casa de sus padres pues las cosas en su matrimonio, después de 21 años, no iban nada bien.

- ¿Qué pasa “Francesquita”? (¡que horror!) ¿Por qué tan triste? - me dijo mi abuela un cuarto de hora antes del tan esperado 25 de diciembre.
- Hmmm, nada abue, todo bien – dije con la mejor sonrisa que pude fingir.

Para no romper la costumbre que había marcado los últimos tres días, decidí intentar llamar una vez más a su casa, pero nadie contestó.
¿Qué podía haber pasado? No me cansaba de pensar mil y un motivos por los cuales pueda haberse ido, simplemente no podía entenderlo.
Tal vez algún familiar suyo se encontraba muy delicado y tuvieron que ir a verlo por si, ya sabes, le quedaba poco tiempo.
Pero, ¿Qué problema hubiese habido si me lo hubiera explicado?
Quizás tenían fuertes problemas económicos y tuvieron que vender sus bienes y buscar un futuro mejor, empezar desde cero.

Seamos realistas, sus padres tenían un trabajo estable y de un día a otro no creo que hayan perdido absolutamente todo.
Además, él sabía que en tal caso podía contar conmigo.

O es que acaso… ¿sus padres eran narcotraficantes y debieron huir para evitar ser descubiertos?
Tal ver por vergüenza él no me dijo los motivos de su…

No, no. Micael era un chico astuto y de buena familia.
Pero entonces, ¿Qué podía haber pasado? ¿Se habría ido con otra chica? ¿Se habría cansado ya de mí?

- ¡FELIZ NAVIDAD! – gritaron todos en una sola voz.

Me levanté del sillón en el que me había recostado y me acerque a mi madre, a mis abuelos, a una tía y por último a mi hermano. Al llegar a éste, no pude evitar derramar algunas lágrimas.
La última navidad que habíamos pasado juntos, fue cuando yo tenía apenas 12 años.
Él había viajado a Argentina, siendo un año mayor que yo; tenía 17 e ir a estudiar a aquel país era lo que él más anhelaba.
Mis padres viajaban cada seis meses a visitarlo, pero nunca querían llevarme con ellos. Siempre creyeron y pretendieron ser "padres responsables que jamás dejarían faltar a su hija al colegio únicamente para irse de viaje", sin embargo, contrariamente a eso cada vez que se iban me dejaban totalmente sola, confiando en que su menos hija no causaría destrozo alguno.
Mis pobres padres ingenuos.

Alonso, en ese instante, me abrazó y susurró “te extraño”

- Yo también, sonso

Levantó la mirada y me secó una lágrima.

- No llores, sé que me extrañas, pero no es para tanto –ambos reímos- me quedaré aquí dos semanas y tal vez puedas irte conmigo durante el verano – dijo entusiasmado

- Me encantaría – respondí. Y era cierto, necesitaba realmente desaparecer de esta realidad por un buen tiempo

- ¿O acaso tu novio perfecto no te dejara ir? – dijo en tono sarcástico.

Au.
A pesar de no ver a mi hermano, no había semana en la que no nos comunicáramos, a excepción de esta última, que las ganas para usar una computadora, un televisor o un teléfono se habían esfumado por completo.

- Yo, este… yo no tengo novio

- Ya pues Fran – dijo riendo – me lo presentarás, ¿no?

- Alonso, es en serio.

- Ah, entiendo. – y su expresión de vergüenza me causó cierta gracia- Y entonces, ahora son sólo amigos.

- No

- ¿No dijiste que era un chico increíble? Ah, ya comprendo –dijo cambiando aquella expresión de confusión- te gusta otro pibe, ¿no?

- ¡NO! No me gusta nadie, nadie más que él. Sí, sí es un chico increíble, un increíble estúpido también – dije ya con un par de lágrimas recorriendo mis mejillas – y no digas ‘pibe’ que suenas acomplejado.

Lo último, lo dije como para matar la seriedad del momento, pero Alonso prefirió pasar por alto mi propósito y sin mostrar ni el menor atisbo de felicidad en su rostro empezó a hablar nuevamente.

- ¿Qué te hizo?

- Nada – dije sabiendo desde ya lo que vendría

- No estoy jugando, dime qué te hizo el mocoso ese

- No lo llames así –dije suspirando- ya te dije, no me hizo nada.

- Yo te juro que si me entero…

- Si te enteras, ¿qué? ¿Qué harás? –dije interrumpiendo su ‘gran amenaza’

- No sé – dijo, sin poder ya ocultar una sonrisa pícara de quien ya no sabe que decir - ¿Lo mato?

- No podrías, ya no está

- ¿Apuestas? Puedo ir a buscarlo y hacer que se le pase el chistecito

- Basta Alonso. Lo que hizo fue dejarme. Él ya no está.

Era increíble notar como esa frase podía aniquilarme de tal manera. Como su ausencia podía destruir todos los buenos momentos, como seguía aún necesitándolo.
¿Lograría acostumbrarme algún día?

viernes, 12 de diciembre de 2008

Capítulo 2 - Primera Carta

Sábado 22 de diciembre- 2007
07:34 am.

Cuando leas esta carta, yo ya no estaré a tu lado.
Cuando leas esta carta, ya habrás pasado mucho tiempo sin mi, a pesar de estarla escribiendo un dia después de irme de la ciudad.
Sé que entonces será tarde, tarde para que me entiendas. Incluso tarde para explicarte.
Cuando termines de leer lo que empiezo a escribir, quizás empieces a odiarme más que en estos momentos. Tal vez me hayas olvidado y exista ya alguien ocupando mi lugar. Mientras tanto, me contento con saber que irme fue lo mejor que pude hacer.

No podría explicarte todo precisamente ahora, debes saber que no me encuentro en condiciones para recordar los motivos que hoy me traen hasta aquí. Ni siquiera puedo pensar que derramaste una o más lagrimas por mí.
Perdóname Fran, perdóname por no poder esperar unas horas más para desaparecer, perdóname por arruinarte todo.
Tu ya eras feliz sin mí. Explícame por qué tuve que aparecer en tu camino. Tu mereces alguien que pueda estar a tu lado siempre, y yo, lamentablemente, no puedo ocupar ese papel.

No quiero que llores, mi vida. NO vale la pena. Prometiste sonreír ¿lo recuerdas?
Sólo soy uno más, y en un tiempo, cuando leas esto, existe la posibilidad de que rías por lo que hoy nos hace tanto daño.

Espero que cuando termine de redactar estas cartas, cuando escriba la última palabra, quieras aunque sea leerlas. Lo considero necesario.

Francesca, olvida si quieres mi nombre, lo que te dije o lo que hice por ti, pero no intentes borrar lo que ambos sentimos. Pronto entenderás que dejarte también me parte el alma en mil pedazos que intento unir sin triunfo alguno pero que, sin embargo, era lo mejor que pude hacer, por ti.

Aquí empiezo, una serie de cartas que tal vez nunca termines de leer, pero que sin lugar a dudas te aclararán cada una de mis decisiones, de mis reacciones, de mis pensamientos.
Hoy, no me encuentro junto a ti, no estoy cerca siquiera. No te diré dónde estoy, no debes saber nada de mi durante un tiempo, hasta que estas cartas lleguen a tus manos.
Quisiera no extrañarte, no pensarte.
Pero te necesito, dejé parte de mi contigo.

Fuiste lo mejor que me paso en la vida. Nunca lo dudes.

A veces debemos arriesgar todo lo que tenemos para poder conseguir lo que nos proponemos. Tal vez este sea nuestro caso; yo sólo quiero que tú seas feliz.

martes, 9 de diciembre de 2008

Capítulo 1 - Tercera Parte

Alex y Mandy llegaron y fuimos los 4 en una limosina perfecta. Micael no estaba en mi escuela, él ya estudiaba en la universidad. Mis dos mejores amigos sí estaban en mi promoción.

Mandy se lleva súper bien con mi novio. Sin embargo, Alex no lo pasaba por completo, y aunque tal vez el sentimiento era mutuo, Micael era tan comprensivo y respetuoso que jamás le demostró falta de simpatía, a diferencia de mi tan “comprensivo” amigo, quien en un principio no desperdiciaba cada ocasión que se le presentara para mostrar su desacuerdo con nuestra relación, aunque al parecer con el tiempo había aprendido a sobrellevarlo, e incluso no presentó objeción alguna cuando Mandy y yo le contamos que pretendíamos ir juntas a aquella fiesta.

El camino no se hizo tan largo a pesar de que no partimos directamente a la celebración. Fuimos antes a dar una vuelta por la playa, aunque como es de saber, no bajamos de nuestra limosina de ensueño.
Yo la pasé increíble mientras nos dirigíamos al local; era imposible aburrirme estando con él. Pero, pude notar la incomodidad de Alex cada vez que Mandy procuraba abrazarlo.

Nunca había ido antes a una fiesta de promoción. Llevaba poco más de un año saliendo con Micael, pero él es dos años mayor que yo, por lo que cuando lo conocí, él ya había terminado aquella etapa escolar que hoy, en definitiva, yo concluiría.Como decía, nunca había asistido a una fiesta de promoción, por lo que no tenía ni idea de cómo se llevaba a cabo eso de la entrada, las cincuenta mil fotos, la cena y esos asuntos.

Cuando la fiesta comenzó, le dije a Micael que quería bailar, cosa realmente rara en mí, a lo que me respondió con un rotundo e incompresible no. Lo miré como esperando un cambio de opinión, pero solo atinó a decirme “en un rato, ahora estoy cansado”.

Lo conozco. Lo conozco a la perfección como para estar completamente segura de que aquello no era más que una mentira, una simple excusa para no bailar conmigo. Sin saber por qué, de pronto tuve que contener un par de lagrimas que asomaban insistentes por mis ojos como para mostrar que me dolía su forma de tratarme, pero era una tontería y quizás él pensaría que yo era una estúpida sensible, cosa que probablemente sea cierto pero que definitivamente no demostraría, únicamente para no darle en ese momento el gusto.

Me paré y fui en busca de una bebida, cuando la tenía ya en mis manos, di media vuelta para volver a su lado (a pesar de todo), pero me di con la sorpresa de que estaba ahí, a mi lado. Me había seguido.

- ¿Aceptarías bailar conmigo? - pronunció con esa sonrisa suya que me hipnotizaba

- Sabes que… - ¿por qué demonios no me salían las palabras? Ya debía estar acostumbrada a su perfección – Sabes que no puedo decirte que no

Y cogidos de la mano, nos dirigimos a la pista de baile. La música no era rápida, pero sin lugar a dudas no era tan lenta como nosotros la bailábamos. En realidad, coordinar con aquel compás, era para mí lo de menos. Me abrazaba de una manera tan fuerte y acogedora que fuera de nuestro mundo, nada me importaba.

Apoyé mi cabeza sobre su hombro y juraría que al levantarla vi una lágrima rodar por su mejilla, mas no me alcanzo tiempo para comprobarlo, pues inmediatamente me besó. Y no fue un beso normal, no fue ‘uno más’. Tenía algo distinto. Algo que me encantaba. Un sabor de derrota que me daba miedo sin siquiera saber por qué. Algo pasaría y yo ya lo sabía.

“Te amo, como nunca jamás podré amar a otra persona. No dejes nunca de sonreír, se sólo tú y conseguirás todo lo que te propongas. Te amo, no lo olvides, debes prometérmelo.” Me dijo, dejándome aun más sorprendida.

- ¿Por qué lo dices?

- Sólo promételo

- Te lo juro, pero eso ya lo sabes…

- No me digas nada más. me dijo poniendo su dedo sobre mi labio, y tras darme nuevamente un beso, se fue.

Aún sin saber que ocurría, busqué a Mandy para contarle el extraño acontecimiento que acababa de ocurrir. “Anda con él” fue lo único que me dijo.

Obediente, lo busqué por toda la fiesta. Inútil, no estaba. Desesperada fui a nuestra mesa y noté que su saco ya no se encontraba donde él mismo lo había dejado.
Tomé inmediatamente mi celular y marqué su número. Apagado.
Llamé entonces a su casa… Nadie contestó.
Enseguida, sin saber que más hacer y sin poder ya controlar esas lágrimas traicioneras de incomprensión marqué otro número.

- ¿Aló? – me dijo aquella voz tan familiar

- ¿Mamá? - dije sin poder llorar más

- ¿Qué pasa? ¿Estás bien?

- Mami, por favor, recógeme.

- ¿Qué pasa?

- Por favor – le contesté ya sin más palabras en mente

- Ya estoy yendo, espérame – respondió preocupada

Mientras iba a recoger mi cartera, Alex se acercó:

- ¿Por qué se fue así? ¿Pelea? – preguntó con cierto sarcasmo que pasé por alto, pues era lo que menos me interesaba.

- Nada ha pasado, todo está bien – le dije apresuradamente deseando tener poderes para desaparecer de una vez por todas de aquel lugar.

No sé cuánto tiempo caminé por entre todas las parejas felices que bailaban, y cuando decidí ir a la entrada, vi el carro de mi mamá estacionado en la acera de en frente.
Me acerqué corriendo a la puerta de este, y ya estando adentro, mi llanto no me permitía responder las mil preguntas que mi madre me hacía.

Tome una vez más mi celular en insistí en llamarlo, con una vaga esperanza de escuchar aquella voz que me explique todo, pero ya no tenía sentido alguno.

- ¿Qué ha pasado? – preguntó una vez más

- Se fue mamá, se fue – dije sin disimular esa pena que me carcomía por dentro

- ¿Quién se fue?

- Micael, Micael se fue. Me dejó

domingo, 7 de diciembre de 2008

Capítulo 1 - Segunda Parte

Necesitaba urgente una pastilla para el dolor de cabeza. No sé si sea cierto o simplemente sea otra idea de mi desquiciada mente, pero definitivamente eso era lo de menos, necesitaba un medicamento en este preciso instante.

- Mamá, ya vengo, voy a la farmacia. No tardo – le dije cuando, luego de bajar las escaleras, la vi leyendo en el primer piso.

- ¿Micael no va a venir? Tal vez deberías esperarlo

Yo no sé si es normal que tu mamá adore a su yerno, pero al menos en este caso, este aprecio por parte de ambos resultaba tan palpable que incluso parecía de esas típicas películas perfectas y ridículas.

- Si vendrá, pero sé que cuando yo regrese él aún no estará acá.

- ¿Ha pasado algo? – me preguntó

- ¿Algo como qué? – respondí con otra interrogante, siempre lo hacía cuando no encontraba una buena respuesta

- Algo. – dijo – Algo como una pelea

- Que quiera comprarme una pastilla no implica necesariamente una discusión, mamá – contesté yéndome (para variar) por la tangente.

Tomé las llaves que estaban sobre el mueble de los libros y me fui. No hacía frío, pero algunas pequeñas gotas empezaban a caer del cielo. Avancé media cuadra como sintiéndome parte de una película; sólo que todos formaban parte del elenco, mientras yo era el público. Los que me rodeaban eran la viva imagen de un cuadro, y yo la única espectadora.

- No pienses tonterías – me dije a mí misma

Y como para distraerme, empecé a crear posibles hipótesis sobre por qué nuestras falsas (pero tan verosímiles) verdades son siempre a primera vista mentiras para nuestras madres. Siempre logran saberlo todo sin necesidad de indagar mucho en el tema.
Tuve dos opciones; o son brujas, o nosotras, las hijas, somos demasiado obvias. Y a decir verdad, eso de ser un libro abierto nunca me caracterizó, es mas, podría incluso decir que soy una persona muy cerrada, por lo que llegué a la conclusión de que quizás mi madre podría ser algo similar a una bruja. No encontraba otra opción.
Luego de un par de minutos, decidí descartar también esta opción cuando noté que realmente la loca aquí era yo.
Compré un par de pastillas cuando llegué a la botica y caminé nuevamente hacia mi casa. En el regreso no pensé en nada especial, pero cuando mi mente brillante me recordó que aún existían horas y minutos en mi vida, decidí ver qué hora era y… ¡Demonios! ¿4:40 pm? Odio que el reloj sea tan traicionero.

Llegue más que rápido, con los zapatos sucios por el barro, abrí la puerta como en cámara rápida, y ahí estaba. El chico de mis sueños, riendo con mi madre, y aunque en ella parecía escandaloso, en él resultaba encantador. Había sido tal mi apuro, que no había notado su carro estacionado en la puerta de mi casa.
Que patético y vergonzoso implicaba estar con este pantalón rojo y aquel polo verde antiquísimo que no hacían juego en ningún lugar del mundo, y de pronto sólo verlo ahí, vestido como en una sesión de fotos para la mejor revista de modas. El sonido de la puerta cerrándose hizo que me mirara, y con una sola sonrisa me curó ese insoportable dolor de cabeza que hasta hace 4 segundos (o tal vez menos) no me hubiera pasado con nada.
Ese muchacho era la solución a todo, y yo que odiaba ese tipo de cursilerías, no podría estar ni un poquito más enamorada de él.
Luego de pararse, dio unos pasos para acercarse a mí.

- Hola – le dije con una voz entrecortada sin saber por qué

- Amor, ¿cómo estás? – me respondió, sumando este a la lista de mis momentos favoritos.

- Bien – dije sacudiendo la cabeza cuando noté que llevaba analizándolo más de lo que podría llamarse tiempo necesario.

Reí y me dio un beso para luego conducirme hacia la puerta, mientras se despedía de mi mamá.

- ¿A dónde vamos? – pregunté perpleja

- Pues a la peluquería, ¿no prometí acaso llevarte?

- Sí, pero, ¿así como estoy? – dije con cierto retraimiento

- Hmmm Me temo que sí. No tenemos tiempo y además no veo cuál sea el problema – respondió sonriendo

- Pero si está clarísimo, sólo mira mi ropa – pronuncie con una voz extremadamente baja, como demostrando mi cortedad.

- Ja ja, ay amor. Ya eres demasiado linda para además pensar qué ropa te hará ver mejor. ¿Cuántas veces pretendes que te lo diga? Además ya saliste por la calle así, y sólo iremos a una peluquería.

- Todos te mirarán y se burlarán de mí cuando noten el gran contraste que hacemos

- Mi vida, a mi me encantas y para serte sincero, no me importa nada más.

Cuando miré alrededor, traté de recordar cómo demonios me encontraba ya dentro de su coche. Íbamos conversando, pero preferí no tocar el tema de la llamada de aquella tarde.
Llegamos más que rápido y pedí un peinado simple por lo que a las 6:30 pm ya habíamos vuelto a mi casa.
Subí corriendo las escaleras y observe mi vestido por última vez antes de ponérmelo. Simplemente me fascinaba.
La mezcla de ese color turquesa con esa abertura en la parte baja le daba cierto “no sé qué” que encajaba completamente con mi estilo. No me gusta usar mucho maquillaje, prefiero algo suave que no me haga tan artificial, por lo que eso de pintarme tampoco me demandó mucho tiempo.
Cuando por fin creí estar lista, decidí mirarme al espejo y a pesar de detestar ese tipo de vanidades, me gustó la manera en que se me veía.
Bajé lentamente, mas no estilo princesita de típica fiesta de quince años, sino porque esto de usar tacones no es lo mío.
Cuando Micael me vio, atinó a abrazarme y luego de darme un beso en la mejilla, dijo “Te amo”. Sin embargo; mas que para mí, pareció estar diciéndoselo a sí mismo.
Era un “te amo” que no me decía hace ya algunos días, un “te amo” que necesitaba escuchar, un “te amo” que me hizo sentir la mujer más dichosa del mundo, una vez más.

Pero bastó saber que la aparente alegría de su voz no llegó a sus ojos para entender lo que siempre supe y nunca quise aceptar: él ya no era el mismo del que me había enamorado.
Lo amaba más que a mi vida, sí, pero algo iba fuera de lugar. Y necesitaba saber qué era. Debía encontrar la pieza que faltaba en el rompecabezas.

Lo extrañaba incluso estando cerca.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Capítulo 1 - Primera Parte

Capítulo 1

4 pm

- ¿Diga? No, todavía, pero ya termino. Además no creo que tarde, ya sabes cómo es él. Está bien, nos vemos.

Colgué el teléfono y decidí echarme en mi cama a escuchar algunas canciones de mi mp3, mientras intentaba relajarme un poco. Mandy, mi mejor amiga, era la persona más habladora que jamás haya conocido, por lo que está totalmente de más decir cuánto adoraba ella estar con el auricular pegado al oído por mínimo unas cincuenta horas al día. Bueno, tal vez exagero un poco, pero si la conocieras créeme que entenderías a lo que me refiero. Somos polos puestos, relativamente, pues estar al teléfono no es mi pasatiempo favorito, pero a pesar de ello podría decirse que somos compatibles.
Normalmente, suelo escuchar su atolondrada voz por largos periodos de tiempo, mientras hago cualquier otra cosa, pero hoy no. Tengo muchas cosas por hacer, aún no me he peinado ni maquillado, y aunque esto del maquillaje no arregle mucho mis imperfecciones, algún objetivo debe tener. Además, es mi fiesta de promoción y no hacer el menor esfuerzo por parecer agraciada no es una de las mejores opciones que tengo en mente.

Todos mueren por ir a esta fiesta, en realidad no le encuentro lo especial. Sí, once años juntos, en las buenas y en las malas, bla bla bla. ¿Y?
Es sólo una celebración más, y yo, muy amante de las salidas nocturnas no soy. Tampoco soy una aguafiestas, o como quieras llamarlo, pero simplemente no encuentro la necesidad de celebrar la supuesta tristeza por acabar el colegio. Si son tus amigos, lo serán para siempre, ¿o no? ¿Entonces, se supone que esta es una fiesta de despedida o acaso se festeja el final por el que todos se encuentran de pésimo humor? Realmente, no entiendo.
Todo termina, todos dicen ser conscientes de ello pero ciertamente pocos lo asimilan.

Micael dijo que me llamaría en cinco minutos, y eso debió haber sido hace aproximadamente media hora.
Y eso resulta extremadamente extraño en él, pues de los 14 meses que llevamos juntos, sólo una vez resultó impuntual, y fue por un motivo justificable.
Se podría decir que es el novio perfecto, el que cualquiera quisiera conocer. Sé que tal vez todas lo dicen, pero sé que ninguna de ellas conoce la perfección. Quizás yo tampoco, pero él se le asemeja más que cualquier otra persona sobre la tierra.

Pero no todas las parejitas viven en un cuento de hadas, Mandy irá a la bendita fiesta con su ‘primer y único amor’, Alex, aunque para él esta etapa ya esté completamente cerrada y quizás hasta sellada con un millón de llaves tiradas al abismo de algún lejano lugar. Es decir, siendo claros y concisos, ella MUERE por él, aún. Él, lo superó más rápido de lo que cualquiera podría imaginar. Tal vez ya demasiado.
Si los hubieses visto hace unicamente tres meses, quizás hubieras pensado que realmente se casarían, tendrían hijos preciosos y serían felices comiendo perdices, pero bien dicen que sin final no existe el cuento.

“Hay alguien más” le dijo Alex, sin cortedades ni remordimientos.

Y él, será también mi mejor amigo y lo que quiera, pero eso no se le dice a una chica, eso no se le dice a tu enamorada con la que planeas terminar una seria relación de tres larguísimos años. Y como si fuera poco, preguntarle luego si desea ser su pareja de fiesta teniendo en cuenta la innumerable lista de ilusiones que creará en ella (cuando seguro la otra susodicha tiene mejores asuntos que hacer) y sabiendo que, sin lugar a dudas, la “estúpida” de mi mejor amiga aceptaría, pues para ella nada tiene más sentido que un simple segundo a junto ti. Y si digo nada, es nada.
No Alex, eso no se hace.
Y lo que tampoco se hace es dejar a tu novia esperando cuarenta minutos, cuando te comprometiste a llevarla a la peluquería. Micael, mi amor, si no me llamas al menos contesta el teléfono, ¿no? ¿Dónde te has metido? ¿Crees que tengo complejo de localizador o algo por estilo? Por Dios Micael… C – O – N – T – E – S – T – A

1, 2, 3 timbradas...

-¿Amor? – esa voz tenía que aparecer, esa simple melodía bastaba para borrar todos los malos momentos de mi día. Pero no, no podía llevársela tan fácil, debía yo poder ser fuerte y mostrar al menos un poco mi disgusto. Debía aprovechar ahora, precisamente este instante en el que no tenía sus perfectos y dominantes ojos clavados en mí. Él sabe que conmigo puede lograr lo que le plazca sin el más mínimo esfuerzo.

- Hola Micael, ¿dónde has estado? – Nunca fui muy buena para la actuación, a pesar de haber gastado 3 años de mi vida (y un ojo de la cara) estudiando artes escénicas. No, eso no era lo mío. Pero ponía todo de mi parte, y supongo que no me salía tan mal como otras veces. Tal vez la práctica funcionaba, por fin.

- Estaba ocupado, discúlpame

- ¿Así como así? ¿Acaso no sospechas lo desesperada que he estado por ubicarte? ¿Qué pasaba si…- intentaba inventar algo creíble mientras pronunciaba cada palabra, pero algo no iba bien.

- Ya te pedí disculpas – me interrumpió - ¿Vale? No pude llamarte, eso es todo. Estate lista que en 10 minutos estoy ahí.

Algo le dije, pero era inútil, ya había colgado. ¿Qué sucedía? Al menos, que yo recuerde, nada habia hecho para merecer su indiferencia, y podría soportarle lo que se le antoje, menos tratarme de esta manera cuando ni siquiera hace el intento de explicarme lo que pasa.

Qué no hubiese dado yo por poder leer su mente en ese momento...

viernes, 5 de diciembre de 2008

INTRODUCCIÓN

Me encantaría poder comenzar esto de una mejor manera, pero tal vez esté en lo correcto cuando pienso que no habría un comienzo adecuado.
Hace poco más de un año terminó mi cuento. No tuvo final feliz, no para mí.
A veces debo recordar, algo me obliga a hacerlo, aunque mi mente en realidad procure obviar los momentos más incómodos que puedo haber vivido.

Mi historia no tiene que parecerte agradable, es una historia más, aunque a diferencia de muchas otras, esta resulte real.

No sé si muchos o pocos la lean, quizás sea sólo que no puedo guardarlo más.

Aquí va…