lunes, 12 de enero de 2009

Capítulo 3 - Segunda Parte

FEBRERO

Y asi pasaron los días, las semanas. Sin novedades, sin siquiera una noticia de aquel muchacho que parecía haber desaparecido del mundo.
Nada nuevo en mi vida. Todo se convirtió en una triste y aburrida rutina. La monotonía se apoderó de mis horas, todo se resumía en dejar pasar el tiempo.
Mandy me llamaba casi a diario, sólo de vez en cuando le contestaba.
Alex, de una manera más práctica, solía visitarme. Sí, iba a verme, me escuchaba ciertas veces, pero no me entendía, no comprendía por qué no tenía ganas de continuar con mi vida; y su presencia, a decir verdad, no me servía de nada.

Mi hermano aprovechó cada segundo acá, pues pronto debía regresar a Argentina.

- No te vayas – le dije un día
- Debo hacerlo – me contestó – tengo que trabajar y además debo continuar con mi vida, deberías tú hacer lo mismo
- Lo extraño – dije con cierto aire de resignación
- Ya ha pasado un buen tiempo, asimilar la idea no te sentaría mal
- No puedo
– le respondí, acostumbrada ya a que mis respuestas no pasaran de dos palabras, o tres, como máximo.

Mi mamá se había cansado ya de buscar el consejo perfecto que me hiciera entrar en razón, por lo que no dejaba de llamar a sus amigas más cercanas para ver si así por fin conseguía un buen psicólogo, o por qué no psiquiatra especialista en calmar mi depresión. Porque sí, la chica alegre, de risa contagiosa e imparable se había marchado con un joven de ojos caramelo y mirada perdida.
Se habia ido, dejando en reemplazo unicamente el cuerpo. Yo era sólo la representación lejana de quien hace un mes y medio era.

Año nuevo fue un momento igual a todos los demás, no hice nada fuera de lo común y mi plan llevado a cabo fue dormir, pues sabía que si no cerraba mis ojos a media noche, de ellos brotaría ciertas lágrimas capaces de arruinar el buen momento que estarían pasando aquellos con quienes me encontraría.

Dos días antes, Alex habia ido a mi casa con Mandy, haciéndome esclava de una insoportable conversación:

- Acamparemos, aunque tambien tenemos la fiesta de Sammy. ¿Tú qué opinas? – dijo Amanda sin saber exactamente a quién se dirigía - ¿Francesca, me escuchaste?

O bueno, tal vez la que no sabía a quién iba dirigida aquella pregunta era unicamente yo.

- ¿Qué? Ah, sí – dije con una sonrisa fingida
- ¿Sí qué? – preguntó Alex
- Francesca – dijo mi mejor amiga perdiendo ya la paciencia – ¿iremos al campamento?
- Hmm, vayan ustedes.
- ¿Y tú qué harás?
- Yo… dormiré


Ambos estallaron en risas

- ¿Estás loca?
- No, sólo dormire
- Si que tienes problemas
– dijo Mandy, como quien pretende hacerme creer que era un comentario al aire

Entonces, Alex intevino con una seriedad que jamás creí notar en él

- Ya basta de sólo pasar el tiempo, tu vida no gira en torno a la suya, debes ser la misma de antes. Vamos Fran, ¿Dónde esta nuestra…

Se quedo callado por un tiempo considerable. Amanda volteó a mirarlo y frunciendo el ceño le dio unos golpecitos suaves en el hombro para que continuara aquella oración incompleta. Intento fallido.

- Nuestra mejor amiga – dijo entonces ella, enfatizando la primera palabra.
- Quisiera saberlo – dije tras un breve, pero notorio silencio.

Micael no saba señales de vida, y yo por más que no quisiera lo necesitaba a mi lado para volver a ser la misma.
Ya había yo pasado cuarenta y dos días sin él, cuando mi mamá decidió llevarme con un ‘especialista’.

- Y no me digas que no quieres porque sabes muy bien que lo hago unicamente para verte mejor – me dijo
- No he dicho nada
- No lo dijiste, pero quizás lo pensaste y ya es hora de que de una vez por todas acabes con esa historia ridícula y tú lo sabes a la perfección
- Me da igual
- ¿Podrias procurar mostrar más interes e intentar pronunciar más de tres palabras como respuesta?
- Está bien, lo intentaré
– dije cumpliendo con lo recientemente exigido
- Muy graciosa – respondió ella, notando mi sarcasmo .

Habíamos llegado ya a un edificio de ocho pisos, de color beige oscuro, extremadamente sucio. Tenia escrito en la entrada “EDIFICIO MÉDICO” y yo memorizaba cada detalle que este lugar tuviera: la cara del portero, las casas que rodeaban este único edificio en la cuadra, el ascensor, los botones del mismo, el extraño piso de mayólicas y por fin, el número del consultorio: 402

- Hola Carol – dijo una mujer alta, delgada, de tez clara, cabello rubio y ojos verdes. Bueno, tal vez no era un, sino una "especialista".
- Hola Karina – respondió mi madre con un abrazo que expresaba cierta confianza mutua – ¿A qué hora la recojo?
- A las nueve estaría bien
– dijo con una perfecta sonrisa
- Bien, entonces en una hora vengo por ella

Se despidieron de la misma manera, y yo me senté en una cómoda silla luego de que ella me lo indicara.
Todo se encontraba fuera de lugar, juguetes y rompecabezas de mil colores esparcidos por todo el suelo, impidiendo (en ciertos casos) el paso.

- Discúlpame el desorden, un niño de 5 años acaba de irse, y no sabes como es de inquieto - dijo, como leyéndome la mente

“Ni me importa”, pensé

- No te preocupes - dije

Tomó asiento a mi lado y con la misma sonrisa no correspondida continuó:
- A ver Francesca, tú tienes quince años ¿verdad?
- Dieciséis
- Dieciséis, lo siento
- Está bien
- Bueno, ¿tí sabes por qué estás acá?


¿Qué pregunta es esa? Si no supiera el motivo jamás me hubiera dejado manipular tan estupidamente ni estaría acá en tu odioso consultorio, mirando como procuras agradarme con una sonrisa, sin razon aparente.

- Si, lo sé y tu también
- Bueno
, -rió- no lo sé exactamente, sólo me comentó un pajarito que andas un poco cambiada

Vamos, ¿Un pajarito? Por Dios, ¿A quién crees que le hablas? No soy el niño insoportable que acaba de irse.

- Ah, sí, algo así
- ¿No quieres hablar y decirme por qué dicen que no eres la misma?
- Me da igual, en realidad


Sonó el telefono, como librándome de este mal momento

- Disculpame un momento, ¿si? ¿Buenas noches? – dijo por el auricular - Si señora, mañana a las 5 pm. ¿Cuál es el nombre del joven? Ok. Mi-ca-el – deletreó silaba por silaba

Mi mundo unicamente despertó al oír aquel nombre, sentí nuevamente el dolor de su ausencia y ese vacío en el pecho, que me impedía respirar con normalidad. Volví a sentirme incompleta, como si ésto fuese una condena o algo similar.

- Perdón, Miguel
. – Maldito error - Sí, entonces mañana viene. Gracias, hasta luego

Colgó el telefono.

- Entonces sigamos…

Definitivamente necesitaba luchar contra mi misma y sentir aquellas ganas por continuar con esta terapia, mi única opción.
Algo no andaba bien, y yo lo sabía. Poco a poco sentía que algún tipo de locura real se apoderaba de mi mente.